lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Quién dijo que estudiar para un final es desgantante, estresante? Sisi, fui yo, pero retiro lo dicho. Acabo de pasar dos horas increíbles en las que, además, estudié.
Cuando decidí que la cabeza no me funcionaba más, y luego de golpearme muy mal la mano contra el escritorio en un arranque de histeria, supe que debia hacer algo al respecto... Encendí la canilla y esperé a que la gigantesca bañera se llene. Y de golpe me percaté de la cantidad de cosas que había para hacer de mi simple y trivial baño de inmersión, algo completamente genial. Había jabón para hacer burbujas, por lo que cuando me me metí, me sumergí en una bañera repleta de espuma. Antes de meterme, encendí las velas aromáticas y la fuentecita que hace ruido de agua. Y un segundo antes, llené la bañera de sales de baño. Y todo, TODO, tenía aroma a durazno. Después, ya adentro, agarré el aceite para el cuerpo (obvio, con aroma a durazno también) y la crema con base de manteca... dejenme decir algo: nunca antes en mi vida estuve tan suave como ahora. Como buena estudiante que soy (pfff), después de un rato me sequé las manos y agarré los apuntes... casi me quedo ciega intentando leer con la luz de las velas, pero valió la pena.
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Ahora estoy acá, increiblemente relajada, a punto de comer y tomando un té de esos raros de mamá (en la cajita dice que armoniza alma, mente y cuerpo, vaya uno a saber) y dispuesta a quedarme despierta hasta tener aseguradísimo todo el final de mañana.

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